Muere Arata Isozaki, el arquitecto japonés que supo fusionar tradición y vanguardia
El Palau Sant Jordi de Barcelona, la Domus del hombre de la Coruña y la Isozaki Atea son las obras españolas más destacadas del ganador del Pritzker en 2019
Prolífico y ecléctico. Tradicional pero moderno. Arata Isozaki fue uno de los primeros arquitectos japoneses que fusionó la sociedad oriental y occidental. El pasado 28 de diciembre Isozaki falleció a los 91 años. Su singular obra, fruto de una reflexión filosófica sobre el espacio y el vacío, así como la conexión de la tradición nipona con la alta tecnología, ha llenado el mundo de edificios icónicos. En 2019, recibió el Premio Pritzker por todas las obras que “superan el marco de la arquitectura para plantear cuestiones que trascienden eras y fronteras”. Un reconocimiento a una vida dedicada a la construcción, la conexión de comunidades y la erradicación de los límites.
Isozaki nació en 1931 en Oita, en la isla de Kyushu. Creció entre la devastación, el miedo y la ruina que dejó la Segunda Guerra Mundial y el lanzamiento de las bombas de Hiroshima y Nagasaki, este hecho cuando solo tenía 12 años. Ante tanta destrucción, el japonés comprendió que su vocación era construir. Estudió arquitectura en la Universidad de Tokyo y viajó por todo el mundo para nutrirse de otras vanguardias tecnológicas y estilos arquitectónicos, así como de sus lugares y su cultura. Todo ese conjunto se transformó en una obra que refleja más el tiempo que el espacio.
Impacto mundial de su obra
Su primera obra fue la Biblioteca de la Prefectura de Oita. Fue construida en los años 60 y presenta un estilo brutalista. Es una de sus creaciones más destacadas. Pero su estilo evolucionó con los años. La biblioteca logró darle un prestigio local que provocó que en 1974 construyera otra en Kitakyushu, aunque con un estilo más tecnológico. Isozaki no repudiaba lo diferente, sino que lo aplicaba para el progreso propio y, posteriormente, plasmarlo en sus obras: un pasado en el futuro arquitectónico.
Estados Unidos, España, Polonia e Italia son otros países donde dejó su huella. El Museo de Arte Contemporáneo de Los Ángeles, fue culminado en 1986. Su construcción provocó controversia entre los ciudadanos, pero marcó el inicio de una nueva era cultural en la ciudad. Posteriormente, Isozaka también renovó y amplió el Museo de Brooklyn.
Asociado en Italia con Andrea Maffei, planeó la nueva salida del Museo Uffizi y el Palacio Olímpico de los Deportes de Turín, la Nueva Biblioteca de Maranello, la estación de alta velocidad de Bolonia o la Torre Allianz de Milán.
Su paso por España
Ante la fama del arquitecto japonés y la llegada de los Juegos Olímpicos a España en 1992, Isozaki tiene un nuevo encargo: construir el Palau Sant Jordi de Barcelona. Este edificio olímpico marcó un antes y un después en su trayectoria profesional. La estructura y los materiales que se emplearon para levantar el llamado “Anillo Olímpico de Montjuic” hicieron del recinto un espacio versátil para su utilización en diversos acontecimientos como conciertos, ferias, espectáculos…
España quedó asombrada del resultado y llegaron más encargos: La Domus, La Casa del Hombre en A Coruña, la reconstrucción de la fábrica Casaramona en Caixaforum Barcelona o la Isozaki Atea … diferentes construcciones que nos acercaron, de su mano, a la vanguardia arquitectónica.
En 2019 llegó el Premio Pritzker, el considerado Premio Nobel de la Arquitectura. Su apuesta por “la conexión oriente-occidente” fue clave y el jurado le definió como “uno de los mejores arquitectos de Japón que realmente ha conectado con sociedades de muchos otros países”.
Antes, en 1990, había recibido el gran premio FAD de Arquitectura. En España, el Consejo de Ministros del 26 de septiembre de 1997 le concedió la Gran Cruz del Mérito Civil, que le fue impuesta más tarde, el 29 de octubre, por el presidente José María Aznar durante una visita oficial a Japón. Era miembro de la Royal Academy of Arts y contaba con la medalla de Oro del RIBA (el Royal Institute of British Architects).
De nacer entre el desastre y la destrucción a enfrentarse a los límites de la tradición. Isozaki lo tenía claro desde niño: había que reconstruir y cambiar el mundo. Algunos lo consideraron provocador y controvertido por ser creativo; él solo buscaba evolucionar y reinventarse. Aciertos que te hacen crecer y errores que te hacen aprender. Ese fue el verdadero logro del arquitecto Arata Isozaki.