¿Cuáles son los retos a los que se enfrentan las ciudades del futuro?
Las previsiones de las Naciones Unidas indican que más de dos mil millones de personas se moverán hacia las ciudades en las próximas dos décadas
A finales del pasado mes de octubre, unas 45.000 personas se dieron cita en Habitat III, la cumbre global en la que cada 20 años se fija la agenda urbana del planeta.
El encuentro, que tuvo lugar en Quito (Ecuador), reunió a actores urbanos, gobiernos, autoridades locales, sociedad civil, sector privado e instituciones académicas, con el objetivo de debatir sobre los desafíos de la urbanización a escala mundial y tratar de aportar soluciones y encontrar oportunidades en la implementación de los llamados “objetivos de desarrollo sostenible”.
Las previsiones de las Naciones Unidas indican que más de dos mil millones de personas se moverán hacia las ciudades en las próximas dos décadas. Además, de los 3.000 millones de personas que viven hoy en ciudades, 1.000 millones están bajo el umbral de la pobreza. Y de los 5.000 millones que habrá en las próximas décadas, 2.000 millones se encontrarán en dicha situación.
Según Alejandro Aravena, premio Pritzker 2016 y comisario de la Bienal de Arquitectura de Venecia 2016, esta coyuntura puede "crear conflictos, desigualdad, guerras y otro tipo de amenazas a la población".
Una de las conclusiones a las que se llegó en Quito fue la necesidad de cambiar la manera de ver la relación entre buenas ciudades y desarrollo. El desafío sería, por tanto, convencer a alcaldes, expertos y ministros de Finanzas y Economía de que las buenas ciudades pueden ser el detonante de la creación de valor y no el resultado pasivo del crecimiento económico.
La coordinación, clave para el aprovechamiento de recursos
Aravena considera que, para que esto ocurra, se debe seguir una triple aproximación: un buen Estado de derecho, un buen plan de financiación y un buen diseño. Si las ciudades crecen sin orden y se van creando cada vez más asentamientos irregulares, lo público perderá recursos para centrarlos en dar acceso a servicios básicos. La coordinación será la práctica más importante para saber aprovechar todos los recursos.
Los dirigentes deberían acabar con el procedimiento clásico de transformar el suelo agrícola en urbano, ya que lo único que se consigue es acrecentar una periferia sin servicios. Por su parte, el sector privado tendría que dejar de pensar en maximizar el beneficio en el menor plazo posible.
La verdadera innovación, de acuerdo con el arquitecto chileno, sería que tanto el Estado como el mercado unieran fuerzas con los recursos de las propias personas. “Al haber tres fuentes de financiación y dos de ellas dedicadas al espacio privado, el alcance de la operación residencial al menos se duplicaría. Y se alcanzaría el estándar de clase media gracias a ello y no a pesar del diseño", explica Aravena.